,

Art. de opinión de Vicente Díez (REFLEXIONES SOBRE ECOLOGÍA Y CAMBIO CLIMÁTICO (1ª entrega))

“LA REFORESTACIÓN, ALGO OLVIDADO Y MUY IMPORTANTE” (dedicado a los políticos y ecologistas de salón, que hablan pero hacen poco)

Voy a reproducir una serie de artículos que yo escribí en su día y que se publicaron en el BIC de Novelda, hace más de diez años. Por tanto, creo que sería conveniente recordarlo. Al estar jubilado, dispongo de más tiempo libre y lo dedico a lo que siempre me atrajo. Entre estas ocupaciones voluntarias, está la de reforestar y cuidar lo plantado.

En su día, apareció con el título de “Un árbol es un ser vivo” y decía así: “Primeramente, quiero exponer que el árbol, al igual que el ser humano, es un ser vivo y no un objeto al que tras disfrutar plantando un día, el del Árbol, a finales de Enero o principios de Febrero, se deja abandonado, como haría un niño saturado de juguetes.

Comparemos diversos seres vivos del reino animal: uno de cuatro patas, el gato; de las aves, la paloma; entre los peces, la sardina y como ser racional, el humanoante un miembro del reino vegetal, por ejemplo, el pino. Los anteriores: gato, paloma, sardina y humano tenemos muchas más similitudes que diferencias. Inicialmente, vamos a comparar al humano con los otros tres animales. Los cuatro nacemos tras el apareamiento macho – hembra de nuestras respectivas especies. Tenemos diversos sentidos como vista, oído, etc.; en unos más desarrollados que en otros. Sentimos calor, frío, dolor, hambre, sed…; respiramos, bebemos, nos alimentamos, nos reproducimos y al final, nos llega a todos la muerte, en que nos descomponemos en tres compuestos esenciales: agua, en primer lugar y mayor volumen; calcio y fósforo, aportados por los huesos y del resto, músculos, grasas, intestinos… se convertirán en hidratos de carbono y proteínas. Que por otro lado, si estas materias primas descompuestas las recibiera la tierra, serían un abono inigualable. En resumen, que tanto el humano como el árbol tenemos algunas coincidencias, pues ambos somos ahora y nos transformaremos al morir, en materia orgánica.

-) Las similitudes.- Bien, pues si admitimos estar “hechos” básicamente iguales, dejaremos de lado al gato, a la paloma y a la sardina y nos quedaremos con el humano y continuaremos comparándolo con el representante vegetal, el pino y que conste que sería igual si eligiésemos otro árbol, como el almendro, el olivo, el naranjo, la palmera etc. Tanto el humano como el pino nacemos casi de igual forma; el humano por espermatozoide introducido en el útero materno y el árbol, por semilla enterrada en las entrañas de la Mater Natura. Ambos necesitan beber; el bebé, del biberón o botella y el pino, de la lluvia o el riego. También precisa el bebé alimentarse con leche materna o similares y en el caso del vegetal, del abono y la hojarasca caída a su alrededor. Recibimos cuidados y vigilancia de nuestros progenitores, abuelos,  etc. y el pino, del jardinero o dueño de la finca. Y paulatinamente, crecemos, quizá enfermemos, nos reproducimos y por último… llega el fin; morimos desarrollando entonces un proceso que da lugar a nuevos seres vivos. Un sabio dijo que la energía se transforma; no se destruye y esta gran verdad la podríamos parodiar en la Naturaleza.

-) Las diferencias.- Ahora pasamos a lo que hace diferente al humano del árbol; son pocas, a pesar de sus aspectos tan distintos. El árbol no se desplaza, ni orina, ni defeca. En la respiración radica la diferencia más evidente entre humano y árbol. El humano, como el resto de animales, siempre respira igual; quizá los peces sean no idénticos al resto en la respiración. Tanto el hombre como el gato o la paloma inspiran aire (oxígeno y nitrógeno) y expiran dióxido de carbono (CO2). Por su parte, el árbol tiene dos sistemas de respiración, según la luz natural que reciba y ahí entra en juego la fotosíntesis, absorbiendo las 24 horas agua y sales minerales; de día respira al contrario que el hombre, pues inspira o “se traga” lo malo, el CO2, con lo que nos beneficia al purificar el medio ambiente  y expira o expulsa “lo bueno”, el aire purificado. Por el contrario, a medida que la luz natural se va apagando y llega la noche, su respiración se transforma y es idéntica a la nuestra; o sea, que es nuestro competidor, pues se queda con “lo bueno” y nos suelta “lo malo”, para que nos entendamos. De ahí que todos hemos oído en ocasiones que si alguien duerme en un espacio cerrado con flores, plantones o vegetales, como sería un invernadero techado y cerrado, los vegetales serían competidores del humano y por tanto, podría darse el caso de morir asfixiado, aunque no es fácil llegar a esta fatalidad en una sola noche bajo los plásticos, pero se llegaría a ello si se repite, sin duda.

-) Los cuidados.- Entonces, si al bebé le cuidamos con biberón, lactancia y aseo cada pocas horas y admitimos que no sobreviviría si tras el parto y su primer aseo, fuese arrinconado. Igualmente, el arbolito que hemos plantado y regado el Día del Árbol, si no volvemos a cuidarlo y regarlo de vez en cuando, tiene remotas posibilidades de sobrevivir, especialmente en este área mediterránea en que la lluvia escasea. Si el bebé recibe lactancia cada pocas horas, el plantón necesita materia orgánica (hojarasca y abono), al menos en invierno, además de algo de agua a lo largo del año.

-) Mis diferencias en este tema.- Y aprovecho para exponer mi desacuerdo con la aplastante mayoría de “ecologistas de salón”, quienes afirman que “no hay que regar los plantones, para que no se acostumbren al agua”. Esto me hace recordar el refrán del burro aquel que no le daban de comer  para que no se acostumbrase y cuando estaba a punto de conseguirlo, murió al secarse. Esa teoría vale para otras zonas de España, donde llueve más que por estos lares; allí (la cornisa cantábrica y pirenaica) la lluvia es suficiente para las necesidades del árbol y con su reproducción natural, van apareciendo nuevos retoños a su alrededor. Pero por esta zona, esa teoría no sirve. Son excusas para desentenderse del trabajo voluntario y no remunerado, que nadie está obligado a realizar. Y a quien lo dude, que haga un cálculo del porcentaje de plantones que sobreviven tras uno o dos años desde que los abandonaron a su suerte; como máximo se salva un 3% y he comprobado que incluso menos.

A propósito de las reforestaciones organizadas hace años por la Concejalía de Medio Ambiente y sufragadas por la CAM, a las que yo acudí, era un clamor oir a los muchos “dirigentes”, la necesidad de continuar periódicamente con los riegos para que sirviese de algo. Tomen nota, actuales políticos y ecologistas, que dicen estar interesados en este tema, aunque poco lo demuestran. Bien es cierto que no pretendo obligar a nadie para sentirse responsable del riego; recalco que ha de ser voluntario y simplemente, hace falta mejorar el entorno para asemejarlo poco a poco, a las imágenes de los bosques que vemos por la televisión.

He oído decir a muchos que les gusta la Naturaleza; incluso afirman hacer acudido en alguna ocasión en el Día del Árbol a reforestar, pero su interés desapareció tras el riego inicial. Otros alegan sentirse ridiculizados cuando he concertado a un pequeño grupo para volver a echarles algo de agua a esos plantones, pasado un mes, pues sólo acudieron media docena de voluntarios y preguntan por qué no viene el resto y se sienten casi humillados u ofendidos.  Tras este segundo riego, volví a concertar otra pasada de agua para el segundo mes y casi me quedé más solo que la Una, recordando aquella multitud del Día del Árbol. He conseguido superar ese complejo, apartándome de los no colaboradores o “técnicos en múltiples teorías, de boquilla”, los que imitan la labor de la vedette en el escenario; o sea, salir en la foto, pero eso de doblar la espalda y sudar “por amor al arte” y sin que les vean los demás, no da votos ¿verdad, señores políticos? Igual se puede decir de los “ecologistas de salón”; tras el día inicial, en que iban de aquí para allá, estrechando manos y asesorando a cualquiera, se escondieron posteriormente.

-) La reforestación.-  Y ya decididos a reforestar, la mejor época es el pleno invierno en que la savia está dormida, como los osos en su madriguera. Observaremos qué especies son autóctonas; no es cuestión de querer plantar lo primero que nos den; es conveniente que sea apropiado para esta zona. Es fácil y basta con ir al campo o monte elegido para reforestar y ver los árboles solitarios que quedan en pie. En el caso concreto de Novelda, parece ser el algarrobo el más abundante y también crece con facilidad el ciprés. En mi modesta opinión, no soy partidario del pino, aunque tiene una ventaja al ser quizá el más rápido en crecer. Pero sus inconvenientes son que se llena de bolsas de procesionarias y a que es de los más dados al posible incendio, como todo árbol resinoso. Después de haber elegido el lugar, se ha de preparar el terreno, haciendo el alcorque u hoyo con un año de antelación. ¿Cómo; con un año; pero qué estoy diciendo?

Sí, señores de Medio Ambiente; el hoyo ha de recibir las temperaturas extremas del año, tanto en frío como en calor, además de recibir el abono de la hojarasca y el agua que puedan caer en su interior. Es mejor que hacer en un momento el hoyo, meter el plantón, taparlo con tierra, regarlo y… c´est fini. Eso no sirve para nada en la mayoría de los casos, si se trata de una reforestación en plena Naturaleza; otra cosa es que alguien plante en su huerta y lo cuide periódicamente. Bien, pues ese alcorque con un año de antelación se deja para que tanto la tierra que sacamos como las capas inferiores, reciban la luz, lluvia, frío, calor, incluso es muy positivo echarle algo de materia orgánica. ¿Y quién va a ir un año antes a preparar los hoyos? Pues, la Concejalía de Medio Ambiente lo ha de organizar, con voluntarios que pueden ser adultos o escolares; los mismos que irán otro día a colocar los plantones.

Tras colocar el plantón, lo cubrimos de tierra, dejando que asome el tallo o tronco. El espacio que quede alrededor habrá de tener una superficie adecuada para almacenar agua, unos 30 cms. de diámetro, quedando una mínima balsita para que retenga el agua de lluvia y futuros riegos y se debe cubrir con hojarasca o paja sujetas con piedras, que le sirven de aislante y de abono que transformando sus componentes, nutrirá al árbol desde las raíces.

-) El desenlace más importante.-  Bien; y ¿cada cuánto tiempo hay que regar? He aquí la pregunta  del millón y la dificultad principal de este artículo. Eso, “se calcula a ojo”, pues si tenemos zonas con diversos aportes de lluvia; distintas orientaciones hacia el sol o semi sombra; diferentes suelos que pueden ser arcillosos, calizos, áridos, etc. y a su vez, con subsuelos más o menos húmedos, es imposible aplicar un sistema único para todos los casos. A mí personalmente, me ha ido bien el cálculo del “4 – 3 – 2 – 3 – 4” (parece la alineación de un equipo de fútbol); pero se trata de las semanas que tardo en ir de nuevo a regar: 4 en invierno; 3 en primavera u otoño y 2 en verano. Y si en cualquier momento llueve más de 5 litros por metro cuadrado (menos, lo considero “la meada de un pajarito”), pues ¡Aleluya!, interrumpo el cálculo de semanas y comienzo a contar de nuevo desde el día de la lluvia, si ha sido aceptable.

Así que, ¿te animas a considerarte un amigo protector de los árboles; o te incluyes entre los que les basta con verlos por la tele? ¿Prefieres ver crecer la belleza, o acaso te es indiferente el tema y/o eres de los que van allí a dejar abandonado litronas, bolsas de plástico, latas de refresco, etc. en el Castillo y si los ves en la Glorieta, pasas de largo? Aunque para solucionar todo esto,  ha de implicarse la Administración (Ayuntamiento, Diputación, Consellería de Mig Ambient…) y esto ya son palabras mayores, pues si con la Administración hemos topado, mejor lo dejamos para otra ocasión, si me dejan hacerlo”.

Y este tema en anteriores ocasiones se lo resumí a los diversos concejales de Medio Ambiente, así como a algún dirigente de la anterior CAM, en los últimos 20 años. Salvo una concejala de Medio Ambiente, ya hace años de esto, que se interesó, nos proporcionó a veces incluso el camión cuba, e incluso cogió la azadilla y se puso a reforestar como uno más, el resto de interlocutores a los que se lo he expuesto, me han mirado con una cara como si yo fuese un marciano. A estos políticos y ecologistas de salón sólo les interesa superar el número de voluntarios y de plantones de la edición anterior. Y al dirigente de la CAM, hoy jubilado, no le interesaba nada el tema en el que le sugerí que en vez de comprar tantos plantones, reservase una cantidad para los gastos de riegos posteriores. Tan sólo se limitaba “a pagar la factura final, cuando acabase la faena… y punto”, me dijo.

Una última sugerencia a nuestra Concejalía de Medio Ambiente: convoquen a los grupos ecologistas, para que lo divulguen en los colegios o entre los adultos, el voluntariado para ir cargados de garrafas de agua a los montes cercanos; sin duda veríamos pronto los beneficios ambientales. Hasta la próxima, si no he cansado a los lectores.