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Deportistas veteranos noveldenses, por Vicente Díez.- 120) VICENTE DÍEZ GARCÍA, (autobiografía de un ciclista)

120) VICENTE DÍEZ GARCÍA, (autobiografía de un ciclista)   

Estimados lectores; la historia de hoy es muy diferente a las anteriores por dos razones: porque con ella, cierro esta colección sobre biografías de deportistas de Novelda, y porque voy a escribir de mí y acerca de mi afición a la bicicleta, aunque me cueste dejarlo tanto como subir un puerto de montaña.

Ahora que me enfrento a la misma reflexión a la que he sometido a tantos deportistas, sé lo importante que ha sido en mi vida el deporte del pedal, en el que me inicié casi sin ser consciente, hace ya más de cincuenta años. En el plano competitivo, mi historia es poco relevante pero el ciclismo ha sido y es, no sólo mi deporte favorito, sino una pasión que he procurado conocer y vivir internamente y que me llena de satisfacciones.

Nací en Alicante en 1948; de padres burgaleses y soy el menor de cuatro hermanos. Mis primeros pasos los di en la plaza del Carmen, en pleno “barrio”, cerca de la Rambla y del castillo de Santa Bárbara, por cuyas laderas subí en innumerables ocasiones. En aquella plaza, donde acaban las escaleras de la calle San Rafael tras la bajada de la procesión del Miércoles Santo, jugábamos al futbol los niños del barrio y como mi destreza en el regate era fatal, si éramos un número par, me elegían el último para ubicarme de portero y si el número era impar, sobraba uno… yo. El futbol nunca fue lo mío así que, cuando aprendí a montar en bicicleta, descubrí de inmediato mi deporte y supe que quería ser ciclista; así como correr y competir.

 Insistí y lloriqueé durante meses hasta que el buenazo de mi padre me compró una bici usada de señora, por 300 ptas. Tenía frenos de varilla, bajo el manillar. Me agarraba a ellos y agachaba el torso, imitando a los ciclistas profesionales y soñaba que algún día llegaría a ser como ellos.  Paco, veinte años mayor que yo, el hijo de mi madrina Milagros,  tenía colgada en la pared del trastero una vieja bici de carreras ya obsoleta y polvorienta. Yo subía a su casa a verla continuamente, mirando los componentes, e imaginaba las posibles mejoras. Tan absorto debieron verme, admirando aquella llamémosle reliquia a pedales, que acabaron regalándomela. Aquel día fui el más feliz del mundo; ¡Ya tenía una bici de carreras! y empecé a materializar mis sueños. Con las 50 ptas. que me daba mi madre de “paga semanal” y las 150 ptas. que cobraba por cada tarde de domingo o festivo como aprendiz de camarero, un subempleo que busqué, de los que hoy diríamos “con dinero negro”, aquella vetusta bici fue transformándose hasta estar lista para competir. Apenas tenía yo trece años (1961), pero de inmediato me convertí en el ciclista líder del barrio;  las mañanas de los domingos y festivos juntaba a un pequeño grupo de chavales o mini pelotón y recorríamos las carreteras de los alrededores hasta completar unos 50 kms. Si tenía la tarde libre, repetía el entrenamiento; aunque ya nadie venía conmigo y rodaba solo, dando el aspecto del ciclista escapado de un inexistente pelotón.

A los 15 años (1963), debuté en carreras juveniles, pero sin destacar en absoluto ya que fui, como la mayoría, un completo autodidacta y salía sin tener las ideas claras de cómo correr. En una carrera no se trata de pedalear a toda velocidad sin más, pues como todo deporte, tiene sus técnicas y planteamientos y yo los desconocía por completo. Por entonces, la información disponible en cuanto a tácticas era prácticamente inexistente y era tal nuestro desconocimiento, que la mitad de los participantes acabábamos en el camión escoba, o llegábamos tras casi haber recogido los organizadores las vallas de la meta. Con 20 años (1968), comencé a asimilar que no sería nunca ciclista profesional; fue un momento duro, de frustración y de ilusiones rotas y para colmo de desgracias, aquel año me robaron mi querida bicicleta; mi “caballo de hierro” y mi compañera de muchas tardes de entrenamiento, soledad y sudor. Practiqué a continuación algo la pesca submarina, para intentar olvidarme de los pedales y lo dejé por problemas de otitis en los oídos.

Llegó la hora de hacer el servicio militar (1970) y aproveché para recapacitar sobre mi futuro. Pepe, un vecino que era pescador y natural de Tabarca, me contaba sus anécdotas en el mar y decidí conocer el mundo y cambiar la bicicleta y las carreteras por los barcos mercantes y los océanos. Pepe me sugirió ir a Bilbao, donde estaban la mayoría de navieras españolas y con el “tren botijo”, puse rumbo a buscarme una nueva vida o profesión. Estuve tres días andando por la ciudad, visitando a todas las compañías que encontraba a mi paso, hasta que la Naviera Vascongada me admitió y me enviaron a Valencia para enrolarme en el buque mercante Artagan como engrasador en la sección de máquinas.

Pasé a otros buques mercantes posteriormente y he puesto el pie en los cinco continentes y navegué por algunos mares, así como por cuatro de los cinco océanos, salvo el Antártico. Fueron cinco intensos años y se cobraba más dinero que un empleo en tierra, pero trabajaba todos los días, laborables y festivos, durante diez meses y medio al año. Yo hacía coincidir mis vacaciones con las fiestas de Hogueras, como buen alicantino de origen y pocos días después, el Tour de Francia, ¡faltaría más, que yo no lo viese en la “tele”!.

Con suficiente dinero ahorrado para comprar un piso, decidí poner fin a mis singladuras náuticas y regresar a Alicante (1976). Vine a Novelda y de manera fugaz, conocí a la que hoy es mi esposa, maestra de profesión y quedamos en vernos el domingo y … acabamos formalizando el noviazgo. Cuando conseguí un empleo estable, nos casamos y me empadroné desde entonces en Novelda. Tenemos dos hijos, César de 37 años y Alicia, de 35, quien nos ha hecho abuelos recientemente.

En Novelda fue mi deseo reencontrarme con el ciclismo y contacté con el único club ciclista de la localidadEn Novelda fue mi deseo reencontrarme con el ciclismo y contacté con el único club ciclista de la localidad, ambientado en el taller de los hermanos Candela. Me nombraron secretario (1980) por mi diligencia en gestión de papeleos y  mecanografía. Para ellos, era Vicente “el Secre” y a mi lado tuve compañeros muy activos, como Isidro García, presidente del Club; Adrián Pérez; Ramón Belda; Raimundo Fenoll, todos ellos ya fallecidos, asi como Alfredo Navarro, los hermanos Candela y otros, más jóvenes. En el año 1982 el diario Informacion publicó acerca de este Club que “era el más activo de la provincia”. Colaboré desinteresadamente, como un directivo más, en la organización de carreras y toda clase de tareas encomendadas, incluida la más ingrata y difícil, cual es ir a pedir dinero por tiendas, bares, etc. para recaudar los fondos imprescindibles, siempre al servicio del ciclismo local. En 1984, con 36 años, decidí volver a competir en la categoría de Veteranos y renové la licencia federativa. Tras algunas carreras previas con repaso de lo aprendido años atrás, participé en el Campeonato Nacional de Ciclismo del Insalud, mi empresa definitiva, una carrera para funcionarios del organismo y recuperé toda la ilusión de mis primeros años, tras 16 alejado del dorsal, ya que no de la bici y su mundillo. Acabé quinto y la copa y el ramo de flores que llevé a casa me animaron tanto que decidí seguir con mi renovada aventura.

El año siguiente (1985) fue el mejor de mi modesta carrera deportiva, pues conseguí algunos triunfos en carreras previas, tanto en esta provincia (Cox y Granja de Rocamora), como en el velódromo de Nules (Castellón), por lo que me presenté de nuevo en Murcia para el Campeonato Nacional, con unos 80 kms. en total y hacia media carrera, aceleré y me dejaron ir; quizá pensaban que era demasiado pronto para el ataque definitivo. Pero yo estaba decidido a conseguir lo que no pudo ser años atrás; la experiencia jugaba de mi parte y pude mantener la ventaja inicial. A veces, miraba hacia atrás para calcular si conservaba la ventaja; si me habían acortado distancia, metía una corona más pequeña en el piñón, por lo que aceleraba. Y si la ventaja se mantenía o aumentaba, usaba otra corona algo mayor y ritmo sostenido, de momento. Así entré destacado en la meta de Murcia y me dieron dos preciosos trofeos (combatividad y campeón) y un maillot con los colores de la selección española de ciclismo, que tengo guardados en la vitrina de casa, a la que llamo “el baúl de los recuerdos”. Pero sobre todo, aquel premio nacional me reconcilió con el adolescente, al que robaron su bici de carreras y trabajó de camarero para conseguirlo. Al año siguiente (1986), volví a subir al podio en este Campeonato, acabando tercero. En el año 1987 ya no hubo este Campeonato; corrí otras varias carreras pero comprobé que comenzaba a ir a menos deportivamente.

Por eso decidí, por entonces, ejercer como monitor, enseñando lo básico del ciclismo a escolares y trasmitiéndoles toda mi ilusión por el deporte. Mis hijos fueron los primeros alumnos y junto a otros niños, formé un equipo de Escuela de Ciclismo,   patrocinado por Muebles Mira y consiguieron numerosos premios. Otra de mis mayores satisfacciones fue la de correr, como piloto de tándems, con ciclistas ciegos en competiciones organizadas por la ONCE (años 1989 y 90). En esta faceta, nunca olvido a mi entrañable amiga y copiloto, Carmina Alonso (q.e.p.d.), la eterna optimista y luchadora, compañera de pedaleo, de esfuerzo y de retos conseguidos.

Ya en el verano de 1987 había probado el cicloturismo de mochilas. Con un grupo de quince personas fuimos desde Vigo hasta Lisboa en varios días y repetí en los años siguientes. Con mi hijo recorrí parte del perímetro de la provincia (1988) y años después, hice el Camino de Santiago (1995); o fui desde Gijón hasta La Coruña (1996); o la Ruta de la Plata (1998); e hice una ronda, visitando desde fuera todos los hospitales públicos de la provincia (1999). Es otra clase de pedaleo, pues se hace sin prisas ni marcarse distancias; cuando te apetece, paras y tomas algo, o fotografías el paisaje… hasta que se hace la hora de buscar un hostal para pasar la noche y continuar al día siguiente. He practicado el cicloturismo casi siempre solo, aunque a veces encontré a algún que otro pedaleante en la ruta, quien se convertía en compañero durante unos días, intercambiando “batallitas”. Por último, también practiqué algo el piragüismo, sin competir, durante unos veranos en El Campello.

La bicicleta es un deporte y también una forma de entender la vida y de compartirla. Los que amamos el ciclismo lo sentimos como los latidos del corazón y nada nos hace más felices que notar la resistencia de los pedales bajo los pies, mirar al frente y alcanzar objetivos, así como también compartirlos con aficionados o con otros amantes del deporte. Por eso me decidí a contactar y escribir las biografías de los deportistas de mi actual ciudad, Novelda, pues no quiero que estas historias se queden en el olvido. Tras cada deportista hay todo un mundo de ilusiones y también de desencuentros, pero siempre está presente el esfuerzo y el sacrificio, la vida sana y el afán por superarse a uno mismo. 

Escribir estas biografías me ha aportado muchos buenos momentos y amistades. Verlas publicadas es una satisfacción para un “gacetillero” amateur como yo y seguro que pronto lo echaré de menos. Pero mis obligaciones familiares me obligan junto a mi esposa, a dedicarnos a criar a nuestro primer nieto, para que mi hija y yerno puedan ejercer sus labores profesionales. Es otra etapa más en esta carrera de la vida, en la que ahora me toca ejercer de abuelo y me llena de ilusión, quizá tanto o más si cabe que cuando me regalaron mi primera bicicleta.

Queridos miembros/compañer@s de Novelda Digital, lectores y amigos, os llevo en el alma. Me despido provisionalmente con un ¡Hasta la vuelta!, que llegará quizá cuando acabe de enseñar a mi nieto Marc a montar en bici. Gracias a todos por haber leído y más aún, a los que habéis aportado comentarios, muy especialmente a José Antº Moya  (ver biografía nº 114, de Enero/2015) por redactarme este artículo, así como a Felipe Giner, quien ha aportado más comentarios acerca de esta sencilla y larga colección de biografías deportivas noveldenses.

Desde la redacción de Novelda Digital queremos aprovechar este espacio (invadiendo un poco esta biografía) para decirle a Vicente que para nosotros ha sido un verdadero placer tenerle aquí todas las semanas con sus biografías, fotografías, etc. Pero, sobre todo, con sus historias que tanto nos han enseñado y nos han hecho reír. ¡Esperamos que en un futuro podamos seguir contando contigo en nuestro equipo!