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Art. de opinión de Javier Muñoz-Pellín

EL PENSAMIENTO FEMINISTA Y LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO

En la evolución del pensamiento feminista se ha pasado de reivindicar la igualdad de derechos entre los sexos a la superación de los sexos. El punto de partida del movimiento organizado se sitúa en el siglo XVIII en la Revolución Francesa. En 1792, surge en Inglaterra un movimiento por los derechos de sufragio y ciudadanía, y ya en el siglo XIX, el feminismo en Alemania se dirigió primordialmente hacia la reivindicación de la educación. A principios del siglo XX, el balance era positivo y las mujeres habían logrado sus metas en cuanto a la igualdad política según la ley y en la admisión en la enseñanza superior y las universidades en los países europeos. Las aspiraciones se dirigían a la plena equiparación de los derechos jurídicos, económicos y sociales entre el hombre y la mujer.

Sin embargo, a lo largo del siglo XX, el feminismo convierte el aborto en paradigma de la emancipación femenina y se promueve la ideología de género. Bajo la influencia fundamental de los escritos de la filósofa existencialista Simone de Beauvoir, se pasa a defender la igualdad funcional de los sexos que implica eliminar los roles del hombre y la mujer, y el rechazo de su naturaleza, la maternidad, el matrimonio y la familia; la emancipación significa el radical rechazo de la naturaleza de la mujer y la imitación del rol masculino.

El fruto más amargo del activismo feminista en el siglo XX ha sido la legalización del aborto. El feminismo jugó un papel determinante en la legalización del aborto al lograr que fuese asumido por los partidos de la izquierda y por buena parte del pensamiento moderno en la sociedad occidental. Hoy, el aborto se presenta como derecho reproductivo y se enmascara dentro del nuevo concepto de salud de la mujer, la salud sexual y reproductiva.

La legalización del aborto se ha llevado a cabo en flagrante contradicción con los principios de las Constituciones democráticas que recogen el derecho a la vida como el primero y fundamental. Hoy el feminismo radical promueve la ideología de género, según la cual la meta, ya no está en acabar con el predominio masculino ni en liberarse de la maternidad, sino en eliminar la misma naturaleza, en la identidad de la mujer y del hombre. Para ello, se redoblan los esfuerzos para la destrucción del valor de la maternidad y la familia.

En la nueva estrategia global anunciada en la Cumbre de septiembre de 2010 por el Secretario General, Ban Ki-moon, se señala que sólo se recurrirá al aborto en países en los que esté legalizado, pero, al mismo tiempo, se anima a los políticos y a los gobiernos a que adopten las decisiones convenientes para legislar de acuerdo con el espíritu de los Objetivos del Milenio. Hillary Clinton en marzo de 2010 dejó claro que la salud reproductiva incluye el “acceso al aborto legal y seguro”. Se explicitó que el aborto está incluido en el objetivo 5 del Milenio de la ONU (elaborados en el año 2.000).

Hasta aquí, hemos expuesto el “status quaestionis” de la ideología de género impuesta por el feminismo radical. ¿Cabe pensar en un nuevo feminismo del siglo XXI, que considerándose heredero de los movimientos que históricamente encabezaron la lucha de las mujeres por la igualdad y la participación social, plantee nuevas metas en función de la realidad presente? ¿Cuáles serían esos principales retos? 1) El compromiso, primero y primordial de la mujer con el derecho a la vida.

De este compromiso surge un nuevo feminismo que valora la maternidad y está determinado a remover todas las trabas que se oponen a ella. 2) Afirmar la igualdad de la mujer y reconocer la diferencia entre los sexos, centrada en la maternidad. 3) Recuperar el valor de la maternidad y promover su valor social. y una protección efectiva. 4) Integrar y reconocer el valor de la paternidad que hace a los padres cada vez más conscientes de su trascendencia para los hijos y para la sociedad. 5) Establecer las principales metas para lograr conciliar maternidad, familia, trabajo y tareas políticas o sociales y vida personal.

Ante estos grandes retos debe situarse un nuevo feminismo que recupere la meta de una sociedad más justa e impulse un cambio cultural que haga efectivo el respecto a la vida y la igualdad real de las mujeres. El movimiento feminista tiene un papel crucial para promover los derechos humanos, recuperar valores positivos para toda la sociedad y lograr un avance en la igualdad de sexos, en la paridad en las tareas sociales y políticas, y la eliminación de todo lo que coloca a la mujer en una situación de inferioridad.

Para ello, se ha de suscitar una reflexión y su necesaria movilización en tres aspectos centrales:

a) La necesidad de reabrir a nivel europeo el debate sobre el aborto, en su dimensión ética y sobre sus efectos demográficos, sociales y económicos, y el reconocimiento del valor social de la maternidad.
b) La contradicción existente entre la legalidad del aborto y el derecho a la vida, derecho fundamental en el ordenamiento jurídico, contradicción que desvirtúa la esencia del Estado de Derecho basada en la primacía de normas de rango superior, inviolables e inmutables, y protegidas por instituciones independientes.
c) El necesario cambio cultural en la concepción de los derechos, de tal manera que el derecho individual, la autonomía, se confronte siempre con la responsabilidad social.

Son reflexiones que considero deben situarse esencialmente en el ámbito de la sociedad civil. Son retos de trascendencia para todos y que sólo pueden ser afrontados con éxito desde el diálogo y la voluntad de construir unas bases éticas comunes respetuosas de la dignidad de todo ser humano, y una sociedad mejor.

En síntesis, las mujeres han llegado por fin en los países occidentales a una etapa de la historia en la que han salido de la supeditación a los hombres y participan en una vida más allá del ámbito privado. Están preparadas y pueden ofrecer una importante contribución en los ámbitos laboral, cultural y político, aunque aún quedan muchos obstáculos que superar. En esta larga etapa, que abarca dos siglos, el feminismo ha aportado cambios positivos pero otros están siendo muy perjudiciales, es hora de corregir estos últimos y centrarse en la solución de los problemas actuales, de manera esencial los que afectan al equilibrio entre trabajo y maternidad, y promover políticas capaces de ayudar verdaderamente a las mujeres.

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