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Art. de opinión de Luis Beresaluze Galbis

EL AMIGO INOPORTUNO

En el Evangelio de Lucas se reproduce una parábola de escasa divulgación, titulada así, “El amigo inoportuno”, a propósito de la recomendación de la perseverancia en la oración que, mal interpretada, nos presentaría a Dios un tanto distante, renuente, sobre el que hubiera que insistir y hasta ponerse pesado, como si “estuviera reunido”, igual que hace ahora, para no atenderte, la gente presuntamente importante. La gente de la agenda completa. Y mal educada.

Según Lucas, Jesús plantea una situación cotidiana, posible, social. Consistente en que alguien llama a la puerta de su amigo, a altas horas de la madrugada. Para pedirle un favor. ”En horas de dormir”, dice, exactamente, el texto. Lo lógico es que al amigo, antes de ser arrancado de la cama, se niegue y rechace al inoportuno. Pero este insiste y al fin es atendido. “Al menos”, dice la parábola, “para recuperar la paz, si es que no por pura amistad.” Es decir, para que le deje tranquilo y se vaya cuanto antes. Jesús, según Lucas, añade:”¿Cómo Dios, que ama a los hombres con un amor perfecto, va a actuar peor que este amigo mediocre”? Y añade: “Pedid y recibireis; buscad y encontrareis; llamad y se os abrirá”.

El cristiano que esto suscribe no juzga a Cristo. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Juzga a Lucas, que ya es bastante. A San Lucas. Ni le parece lo mas oportuno comparar al Dios del amor perfecto, siempre dispuesto, con el amigo dormilón que se niega al inoportuno. Pues bien, Lucas, da esta preparación como introito y enseñanza del Padrenuestro. Como si Jesús nos estuviese facilitando la ganzúa para abrir la puerta de un Padre poco accesible.

La parábola es muy expresiva. Ofrece un episodio personal, amistoso, mas que posible socialmente. A nadie la agrada que le arruine el sueño un pedigüeño extemporáneo. Y nada puede representársenos como mas dispuesto, receptivo y acogedor que el Dios del amor.

Nadie ni nada me autoriza a juzgar un fragmento de la Biblia, del Nuevo Testamento. Pero soy cristiano, soy iglesia, creo en el Hijo y el Padre y hay cosas, relativas a su relación, dicho sea con toda la intención, aparentemente paradójica, que se me resisten un tanto, creyendo en ellos profundísimamente, como no autorizándomelas del todo. Esta parábola, como preámbulo y preparación para recomendar al hombre el modo de pedir al Padre, con la oración por excelencia, el Padrenuestro, me parece, por lo menos, desproporcionada. Dios no es un amigo que duerme. El hombre, orando, nunca puede molestar a Dios. Dios, prácticamente, lo que mas representa, según nuestra fe, es una fuente de amor pendiente de nosotros, que nos cuida, que nos ama, y que nos espera. Y que nunca nos consideraría inoportunos, aunque realmente lo fuésemos. Él es nuestra gran oportunidad. Y nos ama tanto, que hasta quiso meterse en la nuestra, nuestra oportunidad, ser como nosotros, tener nuestra carne y morir por nuestras almas.

La parábola del amigo inoportuno es una rara parábola. Yo la llamaría, con todos los respetos y encomendándome a lo mas sagrado, “la parábola inoportuna”. Me hace pensar en una mala o defectuosa transcripción. Lucas no conoció, personalmente, a Jesús. Fue el segundo de los cuatro evangelistas que refiere las cosas “de oídas”. Por testimonios o referencias. Él, Lucas, no pudo oír a Cristo decir eso. No pudo oír a Cristo decir nada.

No cabe mejor amigo que Dios. Y Dios está “ahí”, siempre. Lo siento por el evangelista griego, muy culto, médico y pintor. (Le hizo un retrato a la Virgen). Dios no puede estar, jamás, dormido, para mi. Ni yo, amándole sobre todas las cosas, importunarle.

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