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Art. de opinión de José Penalva Navarro

A LAS FLORES DE MI JARDIN

Hoy quiero cantarle a las flores de mi jardín, por que ellas me dan alegría, me permiten vivir con más sensibilidad hacia todas las cosas que me rodean, y veo en ellas toda la belleza del Creador, sus colores y sus perfumes elevan mi pensamiento, y me permiten establecer con las palabras dedicadas a ellas, o a cualquier ser vivo, la diferencia entre estas y las palabras insensibles que hoy se usan con tanta frecuencia.

Entiendo que estas escrituras se apartan de los cánones establecidos por no se quien, y que la sensibilidad no está de moda, pero también sé que todos vamos buscando un remanso de paz, donde poder reflexionar y meditar sobre nuestros aconteceres diarios, no siempre acordes con lo que debería ser una vida normal, pues a veces nos empeñamos en crear problemas donde no los hay, en establecer diferencias donde no existen, y en ese preciso momento unas palabras que fluyan con un poco de sutileza y sensibilidad no vienen nada mal para elevar nuestro pensamiento y poder sentirnos un poco mejor con nosotros mismos y con nuestro entorno.

Que hermosas sois,
vais vestidas con elegancia,
vuestros colores son bellos,
tenéis aromas diferentes,
todos ellos sugerentes,
y tenéis esa prestancia
por que Dios está presente.

Cuando amanece,
y estáis empapadas de rocío,
brilláis como los diamantes,
y os ponéis altivas, gallardas,
esbeltas y exuberantes.

Tenéis la facultad
de hacerme sentir henchido,
de vuestros aromas,
de vuestro cariño,
de ofrecerme vuestros colores
tan diferentes ellos,
sin que nadie os haya vestido.

Yo se quien es el responsable
de esa dicha que ven mis ojos,
y vosotras también,
pero estáis calladas
porque venís del edén,
y en ese lugar dichoso
todo se hace en silencio
y con suma sensatez.

¡ Contarme, flores!,
¿Cómo es ese lugar,
de donde sale vuestra belleza,
y vuestro olor singular,
verdad que salís del Padre
y sois parte de su espiritualidad?

Respuesta

Venimos del jardín del edén
donde reina la paz y la armonía,
nos riegan los ángeles
con sus lágrimas de amor,
y sus delicadas caricias.

Jesús también nos visita,
y nos ofrece su paz bendita,
por eso siempre aparecemos,
con ese aroma que cautiva,
y deleita vuestros sentidos,
y vuestro corazón palpita.

Dios nos envió a la tierra
para que tuvierais vosotros
vuestros sentidos despiertos,
para columbrar su grandeza,
y no estuvierais adormecidos
por mundanales controversias.

Tener siempre presente
que vuestra tierra bendita,
la creó Dios para vosotros,
respetar todos esa dicha,
porque de no hacerlo,
nosotras, las flores,
nos quedaremos marchitas.

Gracias

Gracias os doy, flores mías
por la satisfacción
de saberos portadoras
de esa preciada dicha,
que viene del Creador,
y de regalarle a mis sentidos
vuestro aroma y esplendor.

Podéis estar felices,
os cuidaré como siempre
y os dedicaré mi vida,
para veros bellas y hermosas,
y que Jesús esté contento,
y yo pueda entregarle
hasta mi último aliento.

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