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Art. de opinión de Claudio Rizo Aldeguer

NO SE MANDA. SE GOBIERNA.

Que a Novelda le escuecen lo bajos no es ninguna novedad. Hace tiempo que pican, en varios lugares, pero especialmente aquí. Oiga. Donde el mármol ha sido alimento demasiado tiempo como para asumir tan de sopetón la caída a los infiernos. A revolcones, hoy, sacamos la cabeza, a veces con miedo, no sea que lo que haya fuera nos dé un copón y nos devuelva al fondo del mugriento agujero. Y no somos un pueblo fantasma, en su sentido de vacío y lúgubre, todavía, pero tenemos hace algún tiempo ya la tela en el modisto. Por si las moscas. Tomando hechuras.

Y en estas que llegó Milagrosa, con su excargo de Presidenta de Les Corts jalonando su mejilla como un poderoso brillante y esparciendo al alma frágil, desde su atril atrincherado a las puertas del Servef, el seductor mitin de recuperación de trabajo e industria, que habría de emerger al poco de ella ocupar la tribuna de nueva Alcaldesa. Las amistades ganadas y dejadas en Valencia, fue su único aunque eléctrico argumento. Debo reconocer. Aun así no achaco a Milagrosa que antes de su primer año de mandato, el asunto a tratar, o sea, la salud del pueblo, haya claramente empeorado. Pero sí que le atribuyo parte del cabreo, gratuito, con que muchas mañana nos desayunamos ante sus exhibiciones de mando, muy por encima de las de Gobierno. Que no es lo mismo. Por más que para ambas cosas esté legitimada, la expresidenta. Pero intuyo que la señora debió mal aprender el concepto “mayoría absoluta” cuando, unos veintitantos años atrás, se enjaretó la licenciatura en Derecho al tiempo que el país se desentumecía de la dictadura para expresarse por fin en un lenguaje nuevo y libre. Pues por aquella mala aprehensión de la idea, decía, quizá ahora tan poco parezca que le interese el ciudadano. Le mande, más que le gobierne. Desoiga su queja. Refrescando cada dos por tres al personal, a la más parva inquietud, su mayoría absoluta como leitmotiv de una mordaza que, de seguir así, acabará con ella.

A lo que vamos. A la picazón que nos convoca. Que le traiga al pairo (la última) entregar, en contra del grito popular, un albergue coqueto y rediseñado ecológicamente, situado junto al Santuario de la Mola, patrimonio que lo es de Novelda y en el que se volcaron 780.000 euros el pasado año con fines culturales, lúcidos y de promoción local, al Obispado de Orihuela para retiros espirituales o invocaciones a Dios. Hoy, siendo el más remozado y gratuito de los apartamentos que moran al pie del único castillo de tres picos. Algo que es lo que ha terminado por despeñar las rocas de la incomprensión y del mosqueo. Bien es cierto que el lugar fue ocupado desde 1974 por las Dominicas Oblatas, antiguas huéspedes que lo fueron hasta 2008. Pero tras su marcha, ¡quiere el titular ser por fin usufructuario! Darle el destino previsto. Y más lógico. ¿Dónde está el problema? No se trata de un gesto anticlerical. En absoluto. Sino del deseo de un pueblo por gestionar, pública o privadamente, su propio patrimonio, sus genes, y de darle el destino que a su entender más se acomoda a sus necesidades actuales. No hace falta más, si se habla de lo propio.

Preguntó UPyD en el último pleno al PP a este respecto de la dádiva, a lo que Milagrosa contestó: “Porque mire usted. Nosotros tenemos mayoría absoluta. Los ciudadanos quisieron que la ejerciéramos. Y eso es lo que vamos a hacer”. Chitón, le falto decir. No. Milagrosa. No. La mayoría absoluta no es un cheque en blanco que se entrega al arbitrio de una persona. Eso tiene otro nombre. Es un cheque basado en la confianza, en la fe… pero sobre todo, en la negociación y en la humildad de saber acercarse a la parte contraria para conocer sus sentimientos, necesidades y opiniones. A los de aquellos, especialmente, que no la votaron.

Sin embargo, Internet es hoy un hervidero, como jamás antes lo fue, contra su decisión unilateral. Miles de personas, incluso votantes suyos, han montado una gran plataforma para disuadirla del yerro. Escúchelos. El miércoles 11 harán miles de noveldenses una sentada pacífica a las ocho de la tarde frente al Ayuntamiento. Escúchelos. No convierta lo que ya casi es un pueblo fantasma, en otro, además, profundamente cabreado.

A veces, he leído por ahí, que perdiendo se gana. Pues eso.

Con todo mi respeto, sugiero.

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