,

Art. de opinión de José Fernando Martínez (Charly)

La loca de la casa y el amor

Pensamos que todo lo controlamos con nuestros egos lógicos, éticos y culturales. Que uno elige lo que le gusta y desea. Tenemos la sensación de que vivimos en activa.

Pocos aceptamos que, en muchas ocasiones, es en pasiva: que somos elegidos por un libro o por una mujer, aunque de esto último se dice que es así y está demostrado; que es Paul Desmond quien nos acompaña con su “swing” y “bossa nova”, “samba” y “jazz” en el CD del coche, cuando en realidad, es la conducción la que se adapta a la melodía para formar un todo con el subconsciente, la realidad y la música; por eso que la mitad de las veces se acaba la melodía coincidiendo con la parada del coche, es como si fuera la melodía la que conduce y dirige determina el espacio tiempo de la conducción para que todo coincida confluya en una complicidad secreta e incomprensible; por cierto que, cuando lleva aplausos porque la grabación es en vivo, se convierte en algo espectacular y sales del coche casi saludando al público con una reverencia de agradecimiento.

Fenómenos de este tipo me ocurren a menudo, como el del otro día, en el Outlet de Novelda: sentí como un libro me atraía entre otros que no me decían nada. No porque hubiera hecho un examen de los títulos, no, se destacó por sí mismo y me atrajo. Después me di cuenta que, tras examinar el resto, llevaba razón: que me estaba indicando que era a mí a quien elegía para que me lo llevara a casa, a la casa de mi imaginación. Mi ego evaluador y racional no me permitía fiarme de fenómenos que rozan lo paranormal y desconfiaba de que un libro tuviera vida o vountad. Además el prejuicio imagen-de-la-portada-título me llevó a engaño, en parte por desconocimiento, que es tan vasto como un desierto lleno de oasis y espejismos.

Lo primero que pensé fue que se trataba de la historia de una niña rebelde y sus desventuras en una familia burguesa de los años 40 en la España con Mariquita Pérez incluida (ya ves tú por qué, hay que ver qué cosas más tontas que nos hacen los prejuicios). Se trataba de La Loca de la Casa de Rosa Montero. Si se lo hubiera comentado a mi padre, que es un especialista en Santa Teresa de Jesús, me habría aclarado de antemano que se trataba de la imaginación, ya que es así como la solía llamar. Así y todo ¿no es la imaginación como una niña rebelde en una familia burguesa española de los años 40?

Al poco, otro libro me eligió y tuve que devorarlo sin tregua: Travesuras de la niña mala de M. Vargas Llosa. Y claro, ahora que Gotye, fuera de todo pronóstico, ha pegado con una canción, espejo de lo que suele ser el amor según la loca de la casa y de la niña mala, aunque con matices, no he dejado de pensar en el este trasnochado trance que llamamos enamoramiento, el amor romántico y en qué ha quedado la cosa en el siglo XXI.

Me parece que me he metido en un buen tinglado (si lo del coche y el libro os parece raro, más raro es el amor y lo aceptamos en todas sus incomprensibles facetas) y no voy a tener suficiente con un artículo porque se me alarga demasiado. Creo que os emplazo a otro, que será continuación de este, dentro de unos días o semanas, deo volente. De momento, como todos tenéis una visión de lo que es el amor, os invito a que expreséis vuestra opinión al pie de estas palabras y que, con ellas, completéis lo que se me escapa de un concepto que es fruto de la loca de la casa.