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Art. de opinión de Manuel González, concejal del Grupo Municipal Socialista

MIRARSE AL ESPEJO

Los resultados de las elecciones del 24 M abren la puerta a un escenario de múltiples combinaciones políticas para gobernar Ayuntamientos y Autonomías. Para unos, los resultados suponen el principio del fin del bipartidismo y el nacimiento de un tiempo de cambio en que las nuevas fuerzas políticas emergentes o agrupaciones electorales tendrán un poder decisorio definitivo en la gobernación de las instituciones. La aparición de Podemos o Ciudadanos nos recuerda que no estamos ante un simple proceso de recambio sino ante la  sustitución  de una vieja forma de hacer política por otra basada en la cultura de la transparencia, el diálogo y el pacto en un escenario compartido en el que el ciudadano vuelva a ser el protagonista.  

Todo esto asusta indudablemente a quienes se resisten a dejar el poder que legítimamente han conseguido en las urnas bajo la bandera de negarle la legitimidad a quienes les superan en votos. Se recurre con entusiasmo al discurso del miedo hasta extremos ridículos como pensar que los distritos madrileños van a convertirse  ahora en los viejos soviets, o que estas oleadas de izquierdistas que pueden hacerse con Ayuntamientos y Autonomías van a socializar hasta el papel higiénico.

Nada más lejos de la realidad, el pragmatismo político sigue vivo en la mente de los nuevos líderes, y así comprobamos que partidos como el PSOE, cuyos integrantes eran tachados hace cuatro días de casta y exponentes de un bipartidismo corrupto,  se pueden convertir tras el 24 M en fieles aliados de Podemos cuando se trate de consolidar gobiernos estables de izquierdas en Ayuntamientos y Autonomías. En el otro extremo, el PP de la señora Aguirre no le hace ascos a Ciudadanos por mucho que su líder se llame Albert y tenga origen catalán, ni le importa ceder la alcaldía a quien pase por la calle en tal de que no le pinten de rojo el oso y el madroño. Por lo tanto, lo primero que estos señores tendrían que hacer es mirarse al espejo y ver la imagen que están dando, fiel reflejo de una forma de entender la política con fecha de caducidad.

Dicen que esto son consecuencias del bipartidismo y de la alternancia  política en el poder entre los partidos mayoritarios PSOE y PP. Sin embargo, si hacemos un poco de historia nos daremos cuenta que España no ha sido un una democracia bipartidista al uso de otros países como EEUU o Gran Bretaña, sino que en nuestro país siempre han existido múltiples fuerzas políticas en el escenario desde los inicios de la transición democrática que han influido de una forma u otra en quienes gobernaban. Tampoco el escenario que se nos avecina nos da una idea precisa de un bipartidismo futuro sustitutivo del actual si se consolidan en las urnas en las próximas elecciones generales los resultados de las encuestas a favor de PP, PSOE,  PODEMOS o CIUDADANOS.

Si es cierto que los resultados del 24 M cambian el escenario político, entran nuevos actores y, desaparecen o se difuminan otros, así la UPYD se convierte en una especie en vías de extinción salvo en Novelda, a IU le han comido su espacio electoral en casi todas partes, y el PP y el PSOE se desangran más o menos en pérdida de votos según en que territorios ante la irrupción de fuerzas políticas ascendentes como Podemos o Ciudadanos que pisan fuerte.

¿Son estos resultados suficientes para certificar el fin del bipartidismo como proclaman algunos o simplemente anuncian un nuevo tiempo de cambio? 

Atendiendo a los resultados electorales del 24M creo sinceramente que no. Los grandes partidos siguen y seguirán estando presentes en las próximas elecciones generales, lo que ocurre es que su forma de hacer política ha entrado en un declive general de forma similar a como ha ocurrido en otros países europeos.

Ya no vale el voto de la rutina del militante o simpatizante para ganar unas elecciones cuando existe el voto de la utilidad o de la expectativa de futuro que en el fondo es expresión de la incertidumbre y el hartazgo en que vive esta sociedad y de las heridas profundas de esta crisis que aún no han cicatrizado del todo para una inmensa parte de la población. Es verdad que hay quien gana las elecciones en números, pero es derrotado hasta en sus entrañas por la corrupción y porque su política ha sido ajena a la realidad social que le rodeaba aunque sus dirigentes no quieran verlo, y por eso le recuerdan los suyos propios al señor Rajoy que se mire al espejo.

Pues eso es lo que hay que hacer, mirarse al espejo y no asustarse de lo que uno ve. Hay que adaptarse a los nuevos tiempos que corren patrocinando políticas públicas justas y razonables que resuelvan los problemas de la ciudadanía sin engaños ni fantasías irrealizables. La crisis económica y deshumanizadora que padecemos se ha llevado por delante las viejas formas de hacer política y algunos buenos valores como la igualdad social que hay que recuperar.

Se impone dejar atrás ese bipartidismo imperfecto anclado en el viejo dogma de descalificar globalmente al adversario político  y entrar en una nueva etapa en la que todos los partidos tienen que hacer concesiones recíprocas y fomentar la colaboración si quieren ganarse la confianza real de la ciudadanía. En ese sentido, comparto aquello de que primero hay que ver que se puede hacer conjuntamente por los ciudadanos en general y por nuestros vecinos en particular, buscando soluciones, propuestas  y alternativas que sean buenas para quienes nos han votado, y que seguro se encuentran en los programas de todos los partidos, y después decidimos quien se sienta en el sillón.

Es decir lo que hace falta es más ética, más pragmatismo, más humildad, altura de miras y muchas dosis de generosidad. Esa es la imagen del político que los ciudadanos quieren que aparezca   cuando nos miremos al espejo.